viernes, 1 de noviembre de 2013

Derechos humanos y discriminación.
Mtro. Miguel Eduardo Morales Lizarraga

Los casos de vulneración de derechos humanos regularmente están basados en la opresión que a su vez está basada en la ignorancia, así que antes de hacer un análisis de cada especie de discriminación, sería menester hacer un análisis de cómo acontece o emerge la opresión que vulnera los derechos humanos de diversas formas y que crea las diversas maneras en que discriminamos o los diversos tipos de discriminación.
El ser humano (inclusive su “yo”) no es individual, es una construcción social que, para poder ser, necesita de otros seres humanos. Ser persona es ser en relación. Estamos constituidos por un cúmulo de relaciones interdependientes y dialécticas. Esto no quiere decir que no tengamos una identidad que nos permita alcanzar la autenticidad como parte de nuestro desarrollo, sino que necesitamos de los otros inclusive para poder hacer y construir esa identidad. Cada uno de nosotros es el socio mayoritario de su propia construcción social.
Siguiendo la teoría de sistemas podríamos decir que los seres humanos somos “sistemas  abiertos” binarios (más bien dialécticos, es decir, cerrados con posibilidad de apertura y cierres categoriales), lo que significa que nuestra estructura, nuestras “partes” en relación funcional, a su vez están relacionadas como una parte más de un sistema mayor, el sistema social, y que hay sociedad ahí donde haya dos seres humanos en relación e, inclusive, ahí donde haya un ser humano en soledad que ya tenga interiorizada a la sociedad en sí a través de los procesos de educación y formación de la identidad y que pueda reflexionar y dialogar consigo mismo. En psicología –psicoanálisis-, a esta interiorización social se le llama superyó y es una parte o dimensión de la estructura psíquica del ser humano. El “súper yo”, es la interiorización psíquica del “otro”, es el “programa” necesario para poder “echar a andar” nuestra humanidad.
El ser humano es un ser incompleto que se va “creando” a sí mismo y “plenificando” (no completando) o humanizando a través de la socialización, de ahí nuestra interdependencia. Gracias a que somos sistemas abiertos podemos recibir de los demás la información que necesitamos para nuestra humanización. Este proceso, se da, como ya dijimos en la educación, la socialización, la culturización, la formación del criterio y la formación de la responsabilidad. Más básicamente se da en la expresión (la salida de cada uno de sí mismo en la apertura del sistema) y en la comunicación (la común unión en la comprensión de la experiencia del otro que nos sirve de material para transformarnos). Esa información la recibimos pues, de otros seres humanos y del entorno. Y a la vez la podemos recibir y dar porque nuestro ser se ex-presa, “sale de sí”, y expresión que se da en la comunicación, hace común el mundo y nos hace comunes entre nosotros identificándonos, dándonos sentido de pertenencia, permitiéndonos reconocer y ser reconocidos por nuestros semejantes, así como, a través de ese reconocimiento, respetar las diferencias, no ser indiferentes a los otros.
La relación humana en la expresión y en la comunicación debe ser dialéctica (redeterminante o de dos vías) y coherente (auténtica, honesta), para que cumpla su función de humanización. Uno de los medios más importantes, evidentemente, es el lenguaje. Nos expresamos y comunicamos a través del lenguaje de todo tipo. Y también por medio del lenguaje discriminamos las cosas, les ponemos etiquetas para nombrarlas y, con esas etiquetas o mediante ellas, podemos compartirlas con otros. Pero a veces olvidamos que el lenguaje son sólo significaciones convencionales, términos que designan conceptos; conceptos que aprehenden o dominan las cosas para poderlas compartir.
Cuando eso ocurre, cuando subsumimos la realidad en el concepto, acontece el “dominio”. Si los conceptos están en constante revisión crítica ocurre el conocimiento, “dominamos” la realidad aprehendiéndola; sino se revisan críticamente y se confunden los conceptos con la realidad que designan, confundimos la etiqueta con la cosa y creemos que la cosa es la etiqueta, entonces los conceptos y los juicios que los acompañan se transforman en pre-juicios. Y cuando la relación no es sujeto-objeto, sino sujeto-sujeto, el dominio se transforma en opresión. Encadenamos a las personas en los conceptos: negro, mujer, niño, idiota, pobre, rico, indio, naco, etcétera. La filósofa política norteamericana Iris Marion Young, a través de sus estudios sobre cómo acontece y qué es la opresión, a resaltado cinco dimensiones o aspectos de ella, que son los que resultan vulneradores de los derechos humanos; esta autora les llama “Las cinco caras de la opresión”: explotación, exclusión, marginación, imperialismo cultural, y violencia; siendo este último el más visible o evidente. Patricia Corres Ayala nos advierte, usando la filosofía de Emmanuel Levinas, sobre la violencia y su ocurrencia:
la violencia (opresión) se relaciona con la posesión. El sujeto violento no sale de sí mismo, toma, posee, y poseer es rechazar al ser. La violencia es soberanía (dominio), es el desprecio al otro. El que domina se queda solo, pero no en una soledad enriquecedora, la de apartarse para pensar nuestras relaciones con los demás, sino una soledad empobrecedora, la del egoísmo que se cuida de no ser “perturbado” por la existencia del otro, del yo que no quiere ser tocado, que es frío y ese frío le aumenta hasta que se queda congelado, inmóvil”.
            Y también nos indica lo que muy probablemente sea el verdadero amor:
“…amor… consiste precisamente en mostrarse respetuoso ante la alteridad, aceptando al próximo (prójimo) como es, no ser in-diferente a su diferencia, no querer reducirlo a nuestra identidad…”. (Corres, Patricia. “Ética de la diferencia. Ensayo sobre Emmanuel Levinas”. México, Fontamara, 2009, p. 82).
            La mayoría de las vulneraciones a los derechos humanos, por no decir que todas, podemos aventurar, están dadas en principio por la opresión o dominio que están dados a su vez por la ignorancia y el desconocimiento, la indiferencia y falta de respeto al otro que no es considerado uno de nosotros, un ser humano. Se oprime al otro imponiéndole conceptos y a través de los conceptos se pasa al plano real físico operando en última instancia la exclusión suprema que es el asesinato, la vulneración absoluta del derecho a la vida. Así, se vulneran derechos humanos, porque se considera que, por ejemplo, o el producto de la concepción no es ser humano, o que la mujer no lo es y no tiene derecho a decidir sobre su humanidad; que los adultos mayores no son seres humanos plenos y son estorbos a la sociedad; que los migrantes no son de “nosotros”, no son ciudadanos, nacionales, no son seres humanos y no tienen nuestros derechos, etcétera.