Derechos
humanos y discriminación.
Mtro. Miguel Eduardo
Morales Lizarraga
Los
casos de vulneración de derechos humanos regularmente están basados en la
opresión que a su vez está basada en la ignorancia, así que antes de hacer un
análisis de cada especie de discriminación, sería menester hacer un análisis de
cómo acontece o emerge la opresión que vulnera los derechos humanos de diversas
formas y que crea las diversas maneras en que discriminamos o los diversos
tipos de discriminación.
El ser humano (inclusive su “yo”) no es individual, es una construcción
social que, para poder ser, necesita de otros seres humanos. Ser persona es ser
en relación. Estamos constituidos por un cúmulo de relaciones interdependientes
y dialécticas. Esto no quiere decir que no tengamos una identidad que nos
permita alcanzar la autenticidad como parte de nuestro desarrollo, sino que
necesitamos de los otros inclusive para poder hacer y construir esa identidad.
Cada uno de nosotros es el socio mayoritario de su propia construcción social.
Siguiendo la teoría de sistemas podríamos decir que los seres humanos somos
“sistemas abiertos” binarios (más bien
dialécticos, es decir, cerrados con posibilidad de apertura y cierres
categoriales), lo que significa que nuestra estructura, nuestras “partes” en
relación funcional, a su vez están relacionadas como una parte más de un
sistema mayor, el sistema social, y que hay sociedad ahí donde haya dos seres
humanos en relación e, inclusive, ahí donde haya un ser humano en soledad que
ya tenga interiorizada a la sociedad en sí a través de los procesos de
educación y formación de la identidad y que pueda reflexionar y dialogar
consigo mismo. En psicología –psicoanálisis-, a esta interiorización social se
le llama superyó y es una parte o dimensión de la estructura psíquica del ser
humano. El “súper yo”, es la interiorización psíquica del “otro”, es el “programa”
necesario para poder “echar a andar” nuestra humanidad.
El ser humano es un ser incompleto que se va “creando” a sí mismo y
“plenificando” (no completando) o humanizando a través de la socialización, de
ahí nuestra interdependencia. Gracias a que somos sistemas abiertos podemos
recibir de los demás la información que necesitamos para nuestra humanización.
Este proceso, se da, como ya dijimos en la educación, la socialización, la
culturización, la formación del criterio y la formación de la responsabilidad.
Más básicamente se da en la expresión (la salida de cada uno de sí mismo en la
apertura del sistema) y en la comunicación (la común unión en la comprensión de
la experiencia del otro que nos sirve de material para transformarnos). Esa
información la recibimos pues, de otros seres humanos y del entorno. Y a la vez
la podemos recibir y dar porque nuestro ser se ex-presa, “sale de sí”, y expresión
que se da en la comunicación, hace común el mundo y nos hace comunes entre
nosotros identificándonos, dándonos sentido de pertenencia, permitiéndonos
reconocer y ser reconocidos por nuestros semejantes, así como, a través de ese
reconocimiento, respetar las diferencias, no ser indiferentes a los otros.
La relación humana en la expresión y en la comunicación debe ser
dialéctica (redeterminante o de dos vías) y coherente (auténtica, honesta),
para que cumpla su función de humanización. Uno de los medios más importantes,
evidentemente, es el lenguaje. Nos expresamos y comunicamos a través del
lenguaje de todo tipo. Y también por medio del lenguaje discriminamos las
cosas, les ponemos etiquetas para nombrarlas y, con esas etiquetas o mediante
ellas, podemos compartirlas con otros. Pero a veces olvidamos que el lenguaje
son sólo significaciones convencionales, términos que designan conceptos;
conceptos que aprehenden o dominan las cosas para poderlas compartir.
Cuando eso ocurre, cuando subsumimos la realidad en el concepto,
acontece el “dominio”. Si los conceptos están en constante revisión crítica
ocurre el conocimiento, “dominamos” la realidad aprehendiéndola; sino se
revisan críticamente y se confunden los conceptos con la realidad que designan,
confundimos la etiqueta con la cosa y creemos que la cosa es la etiqueta, entonces
los conceptos y los juicios que los acompañan se transforman en pre-juicios. Y
cuando la relación no es sujeto-objeto, sino sujeto-sujeto, el dominio se
transforma en opresión. Encadenamos a las personas en los conceptos: negro,
mujer, niño, idiota, pobre, rico, indio, naco, etcétera. La filósofa política
norteamericana Iris Marion Young, a través de sus estudios sobre cómo acontece
y qué es la opresión, a resaltado cinco dimensiones o aspectos de ella, que son
los que resultan vulneradores de los derechos humanos; esta autora les llama “Las
cinco caras de la opresión”: explotación, exclusión, marginación, imperialismo
cultural, y violencia; siendo este último el más visible o evidente. Patricia
Corres Ayala nos advierte, usando la filosofía de Emmanuel Levinas, sobre la
violencia y su ocurrencia:
“…la
violencia (opresión) se relaciona con la posesión. El sujeto violento no sale
de sí mismo, toma, posee, y poseer es rechazar al ser. La violencia es soberanía (dominio), es el
desprecio al otro. El que domina se queda solo, pero no en una soledad
enriquecedora, la de apartarse para pensar nuestras relaciones con los demás,
sino una soledad empobrecedora, la del egoísmo que se cuida de no ser “perturbado”
por la existencia del otro, del yo que no quiere ser tocado, que es frío y ese
frío le aumenta hasta que se queda congelado, inmóvil”.
Y
también nos indica lo que muy probablemente sea el verdadero amor:
“…amor…
consiste precisamente en mostrarse respetuoso ante la alteridad, aceptando al
próximo (prójimo) como es, no ser in-diferente a su diferencia, no querer
reducirlo a nuestra identidad…”.
(Corres, Patricia. “Ética de la diferencia. Ensayo sobre Emmanuel Levinas”. México,
Fontamara, 2009, p. 82).
La
mayoría de las vulneraciones a los derechos humanos, por no decir que todas,
podemos aventurar, están dadas en principio por la opresión o dominio que están
dados a su vez por la ignorancia y el desconocimiento, la indiferencia y falta
de respeto al otro que no es considerado uno de nosotros, un ser humano. Se
oprime al otro imponiéndole conceptos y a través de los conceptos se pasa al
plano real físico operando en última instancia la exclusión suprema que es el
asesinato, la vulneración absoluta del derecho a la vida. Así, se vulneran
derechos humanos, porque se considera que, por ejemplo, o el producto de la
concepción no es ser humano, o que la mujer no lo es y no tiene derecho a
decidir sobre su humanidad; que los adultos mayores no son seres humanos plenos
y son estorbos a la sociedad; que los migrantes no son de “nosotros”, no son
ciudadanos, nacionales, no son seres humanos y no tienen nuestros derechos,
etcétera.