miércoles, 23 de septiembre de 2009

El debate nº 24, con Omar Sánchez y Miguel Morales, presentados por Ismael Carvallo.

http://www.plazadearmas.tv/pro/pb024.htm

Pocos temas de tan alta complejidad y abstracción y de tan necesitada fundamentación conceptual y filosófica son tratados a la vez con tan aparente claridad y consistencia por analistas, políticos y por la gente en general. Tal es el caso del aborto, la eutanasia, la pena capital, la tortura o la clonación, por nombrar los más polémicos.

En efecto, todos quienes se consideren "de izquierda" o "progresista", estarán muy seguramente a favor del aborto y la eutanasia, al tiempo de estar furibundamente en contra de la pena capital; quienes se consideren o sean considerados como "conservadores" o "de derecha", estarán en contra del aborto y la eutanasia, y puede que acaso no tengan tanto problema con la pena capital. Para unos y otros las cosas estarán perfectamente claras y sus posiciones serán casi siempre incontrovertibles e incompatibles en el límite.

Pero basta con desbordar el primer círculo de evidencias ideológicas y doctrinarias para advertir, en una aproximación de segundo grado y desde un punto de vista de mayor alcance filosófico, que unas y otras posiciones tienen muy poco asegurada su consistencia conceptual, doctrinaria y filosófica, quedando reducidas muchas veces a fórmulas capciosas o a recetas ideológicas que a la postre dejan la polémica intacta en sus implicaciones ontológicas.

El intento de este debate es el de poner sobre la mesa tales consideraciones, rompiendo al hacerlo los esquemas reduccionistas de uso más habitual.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Ética y medios de comunicación

Ética y medios de comunicación. Mtro. Miguel Eduardo Morales Lizarraga. El conjunto de principios y valores que como condiciones de posibilidad estructuran el ser de los medios de comunicación es lo que podemos llamar la ética de los medios de comunicación, el ethos de los medios de comunicación; ¿cuáles son esos principios, cuál es ese ser y su razón de ser, por qué unos principios (condiciones necesarias) y no otros? Son preguntas que se abren con esta sucinta definición. La palabra ética, proveniente del griego y está compuesta a su vez del vocablo ethos y el sufijo –ica que quiere decir referente a, proveyendo la idea de que la ética es lo que se refiere al ethos. El ethos en general es lo que se refiere al ser, la naturaleza, características o esencia o condiciones de posibilidad, del ser, pero propiamente dicho es lo que se refiere al ser del hombre, al ser humano, a la naturaleza, características, esencia o condiciones de posibilidad de ser ser humano; en este sentido la ética será aquello que se refiere al ontos humano, a la estructura ontológica del hombre. Por otro lado, una parte especial de la ética es lo que la tradición occidental, cientificista-positivista y eminentemente epistemológica, llama ciencia de la moral, es decir, el estudio analítico, comparativo y descriptivo de las morales positivas, los sistemas de jerarquías de valores, y las relaciones entre individuos y sociedades que se establecen mediante esas jerarquías axiológicas o de valor y que tienen una manifestación positiva o positivada en principios y normas morales, sociales y jurídicas; este estudio comparativo de las morales, los sistemas de valor y las relaciones está dirigido a que, mediante el proceso básico de la ciencia de inducción-deducción, se establezcan principios, axiomas y conceptos generales sobre las características fundamentales que tiene (parte descriptiva) y debe tener (parte prescriptiva-prospectiva) todo sistema moral, los valores fundamentales de toda sociedad y de todo individuo para cumplir sus fines; y, sobre todo, en parte descubre también las condiciones de posibilidad de que la sociedad y el individuo arreglen sus vidas y desarrollos de acuerdo a principios y fines. En su parte prescriptiva, la ética es propiamente la filosofía moral o ética en perspectiva filosófica (y no ya ética en sentido o perspectiva científica) y como tal es la crítica valorativa o judicativa de los supuestos (principios) y argumentos (deducciones), así como la clarificación de conceptos y valores fundamentales.

En el primer aspecto de la ética, en su aspecto o parte general, de ética como lo referido a la estructura ontológica o del ser del ser humano, del hombre, tenemos que recurrir nuevamente al significado originario de la palabra ética. Queda establecido que es lo referente al ethos y que el ethos es el ser del hombre. Pero los griegos designaban con esa palabra dos realidades diferentes, contrarias, pero no contradictorias sino complementarias, y paradójicas. En el alfabeto griego se tienen dos grafías para la vocal e, según sea larga o corta; la e larga de los griegos se escribe con la grafía eta (que parece una n larga del alfabeto latino), mientras que la e corta es la Epsilon que se escribe con una grafía parecida a la E mayúscula del alfabeto latino. La palabra ethos, escrita con la primera grafía, con la e larga o eta significa habitación, morada, o carácter o caracter, es decir, la casa o el hogar del ser del hombre, el asiento de su naturaleza en cuanto a ente natural, el conjunto de relaciones entre el hombre y su mundo físico incluyendo en ese mundo físico el carácter o temperamento y los caracteres de ese carácter y temperamento así como los caracteres o características físicas del hombre. Es decir, las características corpóreas, físicas y psíquicas (en cuanto físicas pero intangibles) del hombre (es la dimensión espacial del ser humano). Escrita la palabra ethos con la e breve o corta, con Epsilon, significa literalmente costumbres en cuanto actos reiterados en el tiempo que se convierten en hábitos que se convierten en costumbres y que si son compartidos socialmente formarán una moral social; y que también, eventualmente, pueden crearse tanto arraigo en una persona que pasen a formar parte de su carácter en cuanto a su temperamento o personalidad y por tanto, parte de sus caracteres en cuanto a sus características (dimensión temporal). La ética, o el ser del hombre es la suma de los caracteres naturales, de la cultura o costumbres sociales interiorizadas y los hábitos o costumbres individuales realizados por la conjunción de las dos anteriores, es lo que llamamos individuo o personalidad.

Esta doble caracterización de la palabra ética en su sentido originario griego no es ociosa ni meramente una curiosidad cultural, sino que es esencial en la comprensión de lo que sea el hombre y de la que sean sus características esenciales u ontológico-estructurales, y mucho menos sirve para establecer una relación casual o caprichosa entre la ética y los medios de comunicación que es el concepto que nos ocupa. Y ello por dos razones básicas. La primera, que esta caracterización del ser del hombre nos permite verlo como un ser incompleto y en formación, en una creación o poiesis conjunta de sí mismo o autocreación y de creación o construcción social de su ser. El hombre es un ser responsable de su propia creación, es responsable de hacerse hombre y de construir su felicidad, pero también es corresponsable la sociedad en esa construcción o creación y re-creación. El hombre es un ser incompleto que se va completando en busca de su plenitud y felicidad. El hombre es producto mancomunado de la construcción de los juicios y actos individuales, de las decisiones individuales, y de los valores normas y principios sociales que se interiorizan en el hombre y forman parte de su ser y sin los cuales no podría ser. La segunda, porque en este proceso conjunto de construcción social y autoconstrucción individual son indispensables el juicio, la capacidad de querer y de elegir lo que se quiere ser y la comunicación o común unión, hacerse común o compartirse mediante la expresión con otros seres humanos.

Lo anterior nos hace ver que, al ser el hombre un ser incompleto, tiene que completarse haciéndose hombre, es decir, el hombre es hombre pero tiene que hacerse (debe ser) humano. El hombre es un ser que no-es y que por lo tanto puede ser lo que quiera y puede elegir lo que quiere ser, es decir, el hombre es libre y por tanto digno, entendiendo la libertad como la capacidad de hacer lo que uno quiere en la búsqueda prudente de esa felicidad como quiera que sea que cada cual la conciba, no para alcanzarla o arribar a ella en un mañana cercano, sino en el presente. Y la dignidad consistiría en esta capacidad de autoconstrucción y de apretura (por ser-no-ser) a elementos de decisión y de autoconstrucción; allegarse de elementos de autoconstrucción, de imágenes con las cuales construir mi propia imagen. Para guiar esta autoconstrucción libre y digna, el hombre debe juzgar y para juzgar entender, lo que llamamos facultad del entendimiento o facultad de juzgar y, a partir de ahí, elegir, es lo que llamamos razón, y razón en la experiencia originaria griega se dice logos.

Logos no es sólo traducible como razón o capacidad de entender y juzgar, sino que también se traduce por palabra en el sentido de imagen asignada o signo. El hombre es un ser imaginativo, que produce imágenes para re-presentar, volver a hacer presentes los objetos y poder referirse a ellos. Esto es, el hombre es un ser simbólico y símbolo significa o es algo que re-presenta a otra cosa por semejanza o convención, y que son, así, contrapartes que juntas se echan (sym-ballein). Esta capacidad de referencia a la cosa es tal; la cosa puede ser referida por el símbolo o imagen porque puede ser expresada o comunicada, es decir, el logos es verdaderamente logos cuando es dia-logo, cuando, literalmente a través de la expresión o la comunicación –apertura al otro en el conocimiento de mi y de él- de la palabra comparto la referencia a las cosas y las cosas mismas, y, sobre todo, me comparto a mi mismo y lo que soy. Los valores no son otra cosa que puntos de vista o logos o palabras o símbolos que se refieren no propiamente a cosas (sólo se refieren a cosas de una manera derivada o mediata), sino a experiencias de hechos, y actos, de emociones o sentimientos y de emociones o sentimientos ante, por y para esos hechos o actos. Es mediante el logos, la palabra, la expresión y la comunicación, que un hombre comparte su ethos con otro hombre con la esperanza de que, establecida una verdadera comunicación que haga una común unión transmisor-mensaje-receptor-mensaje-transmisor (etc. Dialécticamente, o mejor dicho, dialógicamente), el otro me comparta su ethos y por tanto tenga más ejemplos, ilustraciones u opciones morales, formas de ser y formas de vida para elegir, libremente, la vida que para mi valdría la pena de ser vivida para ser pleno y feliz. El ser humano es un sistema abierto e inacabado que mediante la comunicación (la apretura en el conocimiento y el reconocimiento) con los otros, sus semejantes, va eligiendo el ser que quiere ser y se va haciendo.

Ahora bien lo que sea la comunicación y sus medios tiene que ver con lo comunicado y con la manera de comunicarlo, es decir, tiene que ver con la información y la veracidad o transparencia de esa información, que son las imágenes, símbolos o palabras que se expresan y se hacen comunes en la comunicación (comunicación es literal hacerse común en la información o lo comunicado). Y aquí es donde interviene la teoría de los derechos humanos y el concepto que se tiene de estos derechos. Los derechos humanos se pueden entender desde esta perspectiva ética-ontológica, como dimensiones normativas de la libertad (normativo en sentido amplio que incluye principios que explicitan valores que, en este sentido, están ordenados o jerarquizados, desde y hacia la libertad), son dimensión de la libertad y también son condiciones de posibilidad de ésta. Es decir, derechos como la propiedad, la libre expresión o comunicación de las ideas, a la información y a la transparencia, a un medio ambiente digno; como medios para que se posibilite esta expresión y comunicación, posibilitan a su vez la libertad que posibilita la comunicación nuevamente para la libre elección de una vida satisfactoria. Los derechos humanos son condiciones de posibilidad de la libertad, y la comunicación como derecho humano es condición de posibilidad de la libertad, de la autoconstrucción como humano, pues es de la comunicación de donde extrae el hombre el material de esta autoconstrucción.

Los derechos humanos en la doctrina se dividen en derechos de primera, segunda y tercera generación que se corresponden a los derechos conocidos como individuales, sociales y transpersonales. Lo que es importante entender en esta construcción teórica de los derechos humanos es que esta división es solamente comprensible para efectos epistemológicos, pedagógicos y didácticos, y que las tres generaciones de derechos están imbricadas de tal manera que una presupone e incluye a las otras forzosamente; por así decir, los derechos humanos inter-son, son facetas de una misma cosa, dimensiones de la libertad y del ser humano del hombre. La transpersonalidad quiere decir que son derechos que el individuo y la comunidad puede exigirle a la humanidad entera y a su vez ésta como conjunto puede exigírselos a cada uno de los miembros de la especie. También se les significa por ello como derechos de intereses difusos. El paradigma de estos derechos lo es p.e. el derecho a un medio ambiente digno; no importa dónde viva, si en la antípoda del mundo un individuo contamina el ambiente tarde o temprano la afectación me será directa.

El medio ambiente es el espacio físico integrado en un sistema viviente en relación de parte a todo, o lo que llamamos ecosistema, existiendo diversos ecosistemas integrados en un solo macro-ecosistema que sería la tierra entera misma. Ahora bien, parte de ese sistema lo constituye precisamente el espacio, en el que nos movemos y vivimos y somos y que pertenece a todos en general y a ninguno en particular, que no es susceptible de apropiación o enajenación. El espacio es transpersonal en un sentido universal, y público, en un sentido nacional. El espacio, es la condición de posibilidad de la transmisión de la comunicación, es el vehículo general de la expresión, el hacerse común y el aprendizaje de formas de ser y de vida. El espacio es el medio genérico de la comunicación, es el medio de comunicación por excelencia. Es público, repetimos, porque pertenece a todos y no pertenece a nadie en particular, y es una dimensión de la libertad porque es el medio de su ejercicio o de la parte más importante de su ejercicio. Es en el espacio público en dónde el hombre encuentra, en la comunicación, la oferta de valores para su auto-diseño y desarrollo, encuentra los valores que lo identifican con otros hombres y también los que lo individualizan. En el espacio público debe encontrarse, en la comunicación, una pluralidad de valores, pues es el espacio del pluralismo, que al ser de todos, es un lugar común, visible y transparente, abierto e inclusivo.

El espacio público es de todos, pero no todos podemos participar en él al mismo tiempo y sin orden, pues se crearía interferencia de comunicación, por lo que el espacio público tiene que estar canalizado. Esta canalización la hace el gobierno, que somos nosotros representados. El gobierno es el administrador del espacio público. Hay que hacer notar que la apropiación privada de lo público es lo que se conoce como corrupción y que por tanto el espacio público no puede privatizarse sin corromperse, por lo que, perteneciendo a todos, el administrador del espacio tiene que canalizarlo directamente o concediendo a particulares esa canalización, pero siempre bajo su supervisión y bajo las reglas y principios de los derechos humanos, derecho a la información, y a la expresión principalmente. Es entonces cuando hacen su aparición los medios de comunicación en sentido estricto o específico. El espacio público es el medio genérico de comunicación; los medios de comunicación específicos los serán los canales públicos o concesionados a privados, por los que se racionaliza la participación, el diálogo de valores o puntos de vista, de opiniones, en fin, la expresión y comunicación que todos necesitamos.

En el caso de la administración directa de los canales de comunicación o medios de comunicación propiamente dichos, realizada por el Estado como público, es evidente el derecho de participación de todos. Pero cuando estamos ante medios de comunicación privados ya no resulta tan evidente esta publicidad y hasta pareciera que existiese una contradicción en los términos. Es decir, el Estado, como todos nosotros, concesiona a un particular el espacio público para que transmita comunicaciones, y el particular tiene que hacerlo con sus propios medios. El espacio público dijimos es el medio genérico de la comunicación, pero estos medios específicos que el particular pone para la comunicación, ya no son públicos sino que son privados, son del concesionario, y esto podría atraer la idea a algún despistado de que entonces el concesionario particular al poner el los medios específicos de su propio patrimonio, es dueño del medio genérico, y no es así. Que el concesionario sea dueño de los medios específicos, de los canales de comunicación, no le hace dueño de lo que no puede por su propia naturaleza ser suyo y por tanto si bien puede transmitir la oferta de valores o de información que a él le convenza o que vaya mejor con sus intereses (en este caso el lucro de la concesión), deberá seguir la ética del medio genérico de comunicación, esto es, el ethos, el ser encaminado a fines del medio de comunicación, pues será, la comunicación, un asunto de interés público y por tanto, la transmisión de cualquier información estará sujeta a vigilancia (que no censura). Independientemente del derecho privado del concesionario de transmitir lo que él quiera, el ethos de los medios de comunicación tiene una función social transpersonal, que es la comunicación, la expresión como una necesidad humana fundamental. Este ethos es, como ya mencionamos, el ser el medio o condición de posibilidad de expresión o comunicación de la pluralidad de valores, ideas, formas de ser y de vida para la autoconstrucción y la felicidad.

Es por ello que independientemente de las preferencias y de las ofertas particulares que el concesionario transmita, en general no pueden salirse del ethos o marco general del espacio público o medio genérico de comunicación. Y esto es lo que una legislación nacional constituida sobre, por y para los derechos humanos habrá de reflejar. Por ejemplo, el artículo 5 de la Ley federal de Radio y Televisión: La radio y la televisión, tienen la función social de contribuir al fortalecimiento de la integración nacional y el mejoramiento de las formas de convivencia humana. Al efecto, a través de sus transmisiones, procurarán:

I.- Afirmar el respeto a los principios de la moral social, la dignidad humana y los vínculos familiares;

II.- Evitar influencias nocivas o perturbadoras al desarrollo armónico de la niñez y la juventud;

III.- Contribuir a elevar el nivel cultural del pueblo y a conservar las características nacionales, las costumbres del país y sus tradiciones, la propiedad del idioma y a exaltar los valores de la nacionalidad mexicana.

IV.- Fortalecer las convicciones democráticas, la unidad nacional y la amistad y cooperación internacionales.

Y es lo que también habrán de reflejar los códigos de ética de los respectivos medios de comunicación (no sólo radio y televisión como en el ejemplo, sino también los periódicos y revistas, espectaculares publicitarios y hasta internet), para poder reputarse como tales.

Habría que anotar también que puede parecer un conflicto y ese conflicto interpretarse como censura, el que los medios de comunicación privados tengan que seguir ciertos principios de acuerdo con el ethos del espacio público, la expresión y los medios de comunicación en general entendidos como un derecho humano. Este conflicto aparente se da entre el derecho a elegir la forma de vida y de ser conforme a los gustos e intereses individuales, a elegir entre valores e ideas distintos y la libertad de expresarlos, por un lado, y los principios que acabamos de ejemplificar con el anterior artículo. Pero este conflicto es sólo aparente. El concesionario particular puede y tiene el derecho de transmitir los valores o ideas que quiera; puede transmitir p.e. por televisión escenas altamente violentas, que atenten contra la dignidad humana, pero deberá hacer las advertencias necesarias y suficientes para que el televidente, el receptor, pueda elegir entre ver y no ver, y una vez que ha elegido ver, pueda elegir seguir o no seguir, imitar o no imitar; debe el trasmisor hacer una trasmisión informada y adecuada de esos contenidos, p.e. transmitir a altas horas de la noche y por canales cerrados para que sólo puedan tener acceso a esos contenidos las personas con criterio formado o los adultos. Restringir la transmisión de contenidos a sólo los tipos de contenido que sean agradables o hasta convenientes a la dignidad humana, puede, extraña paradoja, atentar contra la propia dignidad humana restringiéndole una posibilidad de ser y la posibilidad de elegir ese ser. La violencia atenta contra la dignidad del hombre, pero la ignorancia de la violencia, su desconocimiento o su ocultamiento también lo hacen y pueden, además generar mayor violencia. Se debe conocer su existencia y conocer sus consecuencias para que así se pueda hacer una elección responsable. Quien libremente elige la violencia como forma de vida, es responsable pleno de sus actos e imputable plenamente y sin eximentes. Parte de lo que está en juego cuando se nos priva de una posibilidad de elección, no sólo es el derecho a elegir en sí, sino también el sano derecho a equivocarse.

Existe un, tal vez no último pero si importante tema en relación al concepto de ética y medios de comunicación que nos ocupa y que se presenta como un problema grave. Y es el papel que desempeñan los medios de comunicación cuando se ha operado el proceso de corrupción social que definimos como la apropiación privada de lo público, apropiación que siempre será ilícita, pues lo público nunca podrá ser privado. Sin temor a exagerar, esta corrupción social está siendo generalizada de una manera intensiva en la actualidad por el proceso que llamamos globalización, y tiene sus antecedentes o fundamentos –corrupción con fundamentos- en aquella reconstrucción de la modernidad que significó la revolución francesa. En ella se plantearon históricamente las que son las tres dimensiones de la vida humana y del ser humano, esto es la libertad, la igualdad y la fraternidad (lo personal, lo social y lo transpersonal). La revolución francesa que comenzó siendo una revolución obrera –de la insipiente clase obrera- y campesina, terminó siendo secuestrada por la clase comerciante o burguesía. Esta se apropió de los ideales de la revolución y los modificó de acuerdo a sus intereses, encumbrando afirmativamente un grupo de valores materiales, individuales y cuantitativos, como los únicos verdaderamente valiosos y, por tanto, obligatorios para todos. Resumidamente esos valores son el éxito económico y la capacidad de consumo que propician el sistema capitalista de consumo que vivimos –o padecemos- actualmente. El consumo por si sólo no causa daño, somos seres que consumimos. Pero la creación de necesidades imperiosas y obligatorias para el consumo crea dependencia y ésta, esclavitud y, por tanto, esclavos del consumo.

El papel que juegan actualmente los medios de comunicación es el de la transmisión intensiva de una sola opción de vida (la del éxito económico, la capacidad de consumo, y la competencia irrestricta en su consecución) como obligatoria. Si no llevo al cabo esa opción de vida, simplemente estoy fuera de la sociedad y no soy ni bueno, ni veraz, ni bello ni justo, pues no consumo los productos que me harían serlo. Los medios de comunicación particulares se han convertido sólo en medios de transmisión de publicidad que me impone como obligatorio el consumo si quiero alcanzar los valores que me imponen los intereses de apropiación. Podría parecer en esta situación, banal el tipo de contenido que se transmita entre comercial y comercial, pero no es así, pues el contenido también habrá de ser comercial, también habrá de propiciar el consumo y habrá de quebrantar la libertad, la voluntad de las personas para hacerles depender del consumo y, consumir. Los medios de comunicación se vuelven así, sólo en meros instrumentos siniestros de la propaganda del consumismo y en fomentadores de la inconciencia y la desinformación para lograrlo. Un concepto de ética y medios de comunicación que esté, como pensamos que debe estar, orientado a la formación humana (aun el entretenimiento vacuo es formación en este sentido), deberá tomar en cuenta este reto contemporáneo.

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